Otra vez vuelve esa extraña sensación... Que parece abandonó tu cuerpo cuando aún eras muy niña.
Recuerdo esa mañana, de principios de agosto un 11 para ser más exactos, la misma cifra de edad que tenía yo por aquellas fechas. Un calor irradiaba por las persianas de la casa de mi mejor amiga, una luz y un resplandor extraños; casi de otro universo. Yo notaba algo en mí, aunque con esa edad no sabía muy bien como explicarme, algo raro pasaba, solo podía llegar a intuir eso con mi corta experiencia... Nos despertamos, algo extraño y siniestro se mascaba en el ambiente... Yo no sabía muy bien por donde actuar o que hacer en ese mismo instante. Solo quería saber que todo estaba bien, que todo iba a ir bien. Pero todo se rompió. Se rompió en mil pedazos.
De pronto desapareciste, sin más, sin poder llegar siquiera a decirte un adiós, sin poder despedirme y pensando que quizás tu broma de pincharme o tirarme de la coleta fue tu última despedida. Pero al menos fue dulce, muy dulce.
Supongo que no te enteraste y eso, en cierto modo, me reconforta.
Me duele, y mucho porque se que hubieras sido de esos que me hubiera defendido a capa y espada, que te hubieras seguido burlando en mi etapa adolescente de todas las fases por las que pasé, de mis tonterías, de mis gustos de "teen", de mi primer beso, de mi primera vez, de mis fracasos pero también de mis logros... Y siento tanto que te hayas perdido todo eso... Sé que desde algún sitio, o quizás sea esa habilidad que tenemos los humanos para creer en estas cosas, puedes ver todo lo que digo, hago y sobre todo pienso; me reconforta saber que estás ahí, pase lo que pase y que me ayudas, aunque yo ni siquiera lo note.
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