Buscas entre los recovecos de aquella habitación. Aquella en la que, al llegar a casa, a pesar de haber tenido un mal e intenso día podías refugiarte y esperar a que todo pasara. Pero ese escondite no duraría mucho. Te fuiste haciendo mayor, nuevos pensamientos ideas y mil demonios más acechaban tu cabecita llena por momentos de sueños e incertidumbres. Decidiste cambiar. Hacerte más fuerte y poner cara de "que nada te importaba excepto tú". Pero sólo eran mentiras y más mentiras.
Llegabas a casa y con la misma tristeza de siempre te encerrabas en el mismo lugar, sin decir nada a nadie; sin llegar ni siquiera a hacer algo por ese alguien.
Sin embargo, la vida es así. Subes y bajas. Te caes y te vuelves a levantar con la misma fuerza con la que un día decidiste cambiar por completo. Supongo que siempre será así. Eterna espiral, eterno disfraz.
3 comentarios:
Me encanta tu entrada un beso guapa:3
Me gusta :)
Me identifico al máximo con esta entrada, me encanta ;)
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