Y allí estaba yo, como otro cualquier día de primavera; como aquel día que te vi por primera vez en el bus, un jueves por la noche. Apoyado en el alfeizar de la ventana... Ilusa mirándote, pensando que responderías, pero solo escuchaba tu voz desde la habitación de enfrente.
Como una tonta empiezo a enredar, jugar, recoger cosas... pero no sabes que lo que más me importa es si estás mirándome, si te percatas de lo que tienes enfrente y sobre todo... de lo pesada y lo inquieta que estoy cuando estas cerca. De que no puedo evitar levantar la mirada para ver si miras, y de que si algún día lo haces, me haces la chica más feliz del mundo, y es cuando empiezo a reírme como tonta y enrojezco sin quererlo.
Pensando que todo se arreglaría con una frase, con una conversación que temo tener, que no puedo siquiera imaginar en la cabeza porque la vergüenza me puede, siempre me puede.
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