Podría encontrarlo, sólo si dijera las palabras; pero el miedo siempre puede, el cabrón siempre es mucho más fuerte que yo.
Y pienso, ¿Cómo puedo comerme la cabeza por algo que ni siquiera tengo coraje a enfrentar con mis propios sentimientos? Es algo que resulta irónico, humillante y a la vez patético. Pero tú sólo esperas. Es lo único que quieres, esperar.
Lees, repasas, estudias... Pero SIGUE ahí, cómo si no se hubiera ido, como si hubiera hecho algo para instaurarse en tu mente y no dejarte pensar, sólo pensar en él. En sus formas, sus gustos, sus gracias, sus gestos, en como mira disimuladamente cuando pasa, en sus tonterías, en sus peleas, idas y venidas de niño. Pero sobre todo en lo sorprendentemente atractiva que resulta su timidez.
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