viernes, 15 de agosto de 2014

"Lo mejor es no esperar nada de nadie"

Habré visto esta frase como una infinidad de veces. No suelen gustarme mucho este tipo de afirmaciones, por lo absoluto y lo poco de relativo que tienen; pero, a veces, te das cuenta de que definen perfectamente momentos o etapas de tu vida. 
¿Cómo no esperar algo bueno de aquellas personas en las que has confiado, y has compartido tantos buenos momentos? Pues no. Y aunque sea tarde, ahora a mis 21 años me doy cuenta de como se mueve el mundo. 

Sorprendiéndonos tanto para bien como para mal, hay personas que llegan a tu vida para quedarse y otras, que aunque justo en el momento que llegan no lo sabes, están de paso. De paso para enseñarte a valorar las cosas que fallan en ellas mismas, a sentir que no quieres volver a toparte con sus caras, a saber lo que realmente buscas en alguien.

Sinceridad. Cariño. Reciprocidad. Amistad. Lealtad. Humildad... Y sobre todo falta de hipocresía; son los  valores que para mi marcan una amistad duradera. 
Quizás puede que suene algo melodramática; sí, lo sé. Pero las circunstancias que me rodean hacen que me exprese de esta manera. 

Poner en orden tus prioridades, saber preocuparte por aquellas personas que saben hacerlo por ti. Pero en el momento. 
No volveré a esperar otros 3 años más para darme de bruces contra el suelo. Ya lo he hecho una única y última vez...

¿Lo mejor de todo? Mi conciencia. Creo que está mil veces más tranquila que la de la gente que, posiblemente, me haya fallado.
¿Lo  más gracioso? Sin haber movido un dedo, pareces la culpable de todo.

Y, en el fondo, irónicamente; si que lo eres. Lo eres y lo sabes. Lo sabes y lo eres. Por no hacer caso a la dichosita frase, y esperar TODO de TODOS. 


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