Y no sólo hablas por ti. Si no por la gente que te rodea. Por lo que ves que puede ocurrir en una noche. Que se te tuercen todos los esquemas, se te caen las piezas del puzle y ya no sabes ni cómo cogerlas del suelo. Aunque tampoco sabes si realmente quieres hacerlo.
Te empieza a dar todo igual, y ves que todo es IGUAL. Luego te sientes bien, en cierto modo, por todas aquellas personas que piensan que realmente mereces la pena, que son unas cuántas. Y que, por desgracia, aunque piensas lo mismo de ellas, no puedes llegar a sentirte como cuando le ves. A ese idiota, imbécil y a la vez absurdo. Que parece colocado para joderte la vida, y que tu sabías que lo haría nada más entrar en ella.
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